Mi nombre es Lorena, tengo 26 años y soy mamá de un pequeñito que llegó a cambiar mi vida por completo: Noah, que hoy tiene 2 años.
Me recibí de Administradora Agropecuaria en 2020, y hasta el nacimiento de mi hijo en 2023, trabajé de forma estable. Pero fue justamente en ese momento, con él en mis brazos, donde todo empezó a cambiar.

Cuando finalizó mi licencia por maternidad, la idea de volver a separarme de mi tesoro más preciado me rompía el alma. Imagínense: mamá primeriza, llena de miedos, dudas y ese amor que desborda. No quería perderme nada: sus primeras palabras, sus juegos, sus descubrimientos. Quería estar ahí, al 100%. Pero renunciar a mi trabajo tampoco era una opción. La realidad económica de los argentinos no da mucho margen, y además, con el papá de Noah habíamos empezado a construir nuestro hogar… su hogar.

Punto aparte: siempre fui una persona muy independiente. Desde chica aprendí a trabajar, a valerme por mí misma, y me gusta —como a muchos— ganarme lo mío, sin pedirle nada a nadie.

Fue en medio de ese torbellino de emociones y responsabilidades cuando nació la idea: emprender. Después de muchas vueltas, decidí meterme en el mundo de la indumentaria infantil. Parecía el camino ideal: trabajar desde casa, estar con Noah, y al mismo tiempo crecer profesionalmente.

Lo que no tuve en cuenta es que emprender no es fácil. Todo lleva tiempo, energía, aprendizaje y mucha, muchísima paciencia. Hoy en día, sigo trabajando como administradora y a la vez tengo un pequeño showroom en casa. Mi meta es clara: algún día abrir las puertas de mi propio local, dejar atrás la dependencia laboral y poder disfrutar más y mejor de mi hijo, sin resignar mis sueños ni mi independencia.

No todo es color de rosas. Hay días difíciles, momentos en los que pensé en dejar todo. Pero rendirme nunca fue una opción. Porque los sueños… los sueños se trabajan.